lunes, septiembre 06, 2010

Crecido


Estoy escapando de mí, de ese mí, de eso que me aflige. Es esto de sentirse rebalsado, y no sabes si es mierda o agua salada. Que la compuerta de la represa se abra frente a cualquier verso. Mientras, continúa el jueguito de las miradas.

Comprobando en cada mirada que ves destellar, buscando ese brillo. “El potencial” que crees crear para esa creencia que se transforma esa persona. Pero, todo se vuelve maquinizado. Como los lectores rayos X de las maletas en los aeropuertos. Intentar con un scan encontrar ese virus o caballero troyano que te haga perder el control de tus bytes.

Eso buscas, un remezón. Una emergencia. Muchos sonidos de alerta y ventanas de un sistema que advierte una amenaza a su integridad.

Y cuando las infecciones las elimina tu antivirus, por mucho que conseguiste uno de menor eficacia, éste sigue manteniendo el control en tu Windows. De repente, por gusto desactivas el programita, pero igual nada parece colarse por ahí.

¿Se supone que no es el momento?

Pues sí, hoy fue un momento. Arranqué de mí. Corrí buscando refugio en cunas para guaguas un poquito más autosuficientes, pero no importa. Mientras yo mismo mezo la armazón de madera pulida, estaré aprendiendo a hablar, leer, caminar y hasta comer solito. Después vendrán pequeñas carreritas al Sol. Ni recordarás cuando con el biberón olvides hasta que existía el reloj.

Huir de un vagón del tren, saltar al otro y esperar que nada se atreva a cruzar la separación entre ambos. Aunque al final del foso, hay una linda mesa con dos sillas para ser ubicadas en esa intersección. Entre tanto almorzar solo a la sombra estival, quizás olvides que esa otra silla aún no puede ser usada, y en tus mejores mordidas de uñas, que nadie quiera usarla.

Ya vi mi nueva cuna. Falta un poco para comenzar a usarla. Mientras seguiré bebiendo en taza.